También subraya la relevancia de Francia como potencia económica y militar en Europa. Sin embargo, el tono triunfalista del pedido choca con la realidad: un país sumido en la pobreza, la inseguridad y la desconfianza hacia un gobierno que parece desconectado de sus necesidades.

Boluarte, quien no cuenta con un vicepresidente y asegura que despachará desde el exterior mediante “tecnologías digitales”, parece priorizar la diplomacia de cumbres sobre el liderazgo doméstico. Su reciente viaje al Vaticano, donde asistió a la misa inaugural del papa León XIV, y su asistencia a la toma de mando de Daniel Noboa en Ecuador el 24 de mayo, refuerzan la percepción de una presidenta más interesada en la foto internacional que en las demandas de un país en crisis.

Mientras Perú enfrenta una pobreza que afecta al 29 por ciento de la población, según el INEI, y una ola de delincuencia que desborda las ciudades, Boluarte opta por cruzar el Atlántico para hablar de océanos y estrechar lazos con Macron, quien la invitó a la UNOC3 en abril. ¿Es esta la “relación estratégica” que el país necesita ahora? La ciudadanía, hastiada de promesas vacías, espera respuestas concretas, no boletos de avión.