Judicial
Sicarios atacan sin freno

La inseguridad se cobró otra vida y todos los dedos apuntan a Dina Boluarte: asesinan a Paul Flores de Armonía 10

Paul Flores, voz de Armonía 10, fue asesinado por sicarios en un ataque al bus de la orquesta. La inacción del Gobierno ante la ola criminal desata furia y exige la salida del ministro del Interior. (Foto: GROK-IA)

La delincuencia se llevó otra vida, y esta vez el blanco fue Paul Flores, el querido "Russo" de Armonía 10. En la madrugada del domingo 16 de marzo, sicarios a bordo de dos motos lineales interceptaron el bus de la orquesta en la Vía de Evitamiento, tras un concierto en San Juan de Lurigancho.

Dos disparos acabaron con la vida del cantante de 39 años, quien, pese a ser trasladado al hospital Hipólito Unanue, no resistió la gravedad de sus heridas. Ahora, su cuerpo reposa en la Morgue Central de Lima, mientras el país clama justicia.

El ataque no fue un hecho aislado. Armonía 10 llevaba tiempo bajo amenaza de extorsionadores que exigían millonarios cupos, pero las autoridades, en su habitual letargo, no ofrecieron protección alguna. Cerca de 30 músicos viajaban en el bus rumbo a un evento en Ate cuando los criminales abrieron fuego.

El conductor intentó esquivar las balas, pero no pudo salvar a Flores. La Policía Nacional recaba testimonios en el hospital, donde familiares y artistas se congregan, devastados por una tragedia que se pudo evitar.

La respuesta de la orquesta fue contundente: en un comunicado, prometieron luchar para que este atentado no quede impune, mientras enviaban condolencias a la esposa, hijo y seres queridos de "Russo". Pero la indignación trasciende el duelo.

Leslie Shaw y otras figuras de la cumbia han alzado la voz, cuestionando cuándo ser artista se volvió una sentencia de muerte en Perú. En redes, el hashtag "Fuera Santiváñez" se ha vuelto viral, apuntando al ministro del Interior como símbolo de una gestión inepta frente a la ola criminal que asfixia al país.

Este asesinato es otro golpe a una nación donde la inseguridad reina sin control. Los sicarios actúan con impunidad, y el Gobierno de Dina Boluarte, lejos de reaccionar, parece espectador de una tragedia anunciada.

La muerte de Paul Flores no solo silencia una voz icónica de la cumbia, sino que expone la fragilidad de un pueblo abandonado a su suerte.

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