El dato no es menor: René Boluarte trabajó en el extinto Consejo Nacional de la Magistratura (CNM), organismo que no desapareció por arte de magia, sino porque fue desmantelado tras destaparse el escándalo de Los Cuellos Blancos del Puerto, una red de corrupción judicial que convirtió la justicia peruana en un remate de favores y sentencias.

Pese a ese antecedente, la hermana presidencial no solo sobrevivió al derrumbe del CNM, sino que ascendió como espuma hasta convertirse en asesora de la alta dirección de la JNJ.

Pero aquí no termina el álbum familiar. En 2022, la Contraloría descubrió que Dina Boluarte había olvidado, con una amnesia bastante selectiva, declarar a sus siete cuñados en su declaración jurada de intereses.

Entre ellos estaba Alfredo Florentino Pezo Paredes, esposo de su flamante hermana asesora, quien fue contratado por la Contraloría para dar clases en la Escuela Nacional de Control. Qué curioso que mientras Boluarte aseguraba no tener idea de las actividades de su cuñado, él se llenaba los bolsillos con contratos estatales.

El escándalo no sería completo sin la intervención de ese gran aliado de los poderosos: el Congreso. Cuando el Legislativo decidió archivar las denuncias contra Dina Boluarte por omitir estos vínculos, el Tribunal de Contrataciones del Estado de la OSCE le dio el toque final al despropósito cambiando su jurisprudencia para absolver al cuñado profesor. ¿La excusa? “Solo daba clases”. Claro, y los Cuellos Blancos solo organizaban reuniones de networking.

En resumen, si algo queda claro con este nuevo episodio es que la presidenta Boluarte no está gobernando el país, sino administrando una empresa familiar con tentáculos en todas las instituciones clave del Estado.

¿Será que próximamente veremos a más parientes con cargos estratégicos? No sería sorpresa si hasta el perro de la familia termina con un ministerio.