Opinión
¡A tener en cuenta!

Tirando el pedestal

Bloguero que analiza la política, historia, economía y demás.

Por Luis Luna León, desde México, especial para NOVA

Uno nunca sabe cuándo se encontrará con la verdad.Para muchos la verdad es un fantasma, pero hay otros que prefieren buscarla. Hay quienes prefieren vivir engañados y felices, mientras que otros prefieren sufrir y prepararse, pero vivir conociendo la verdad.

Todo esto lo comento porque hoy estuve conversando con una gran amiga. Partimos del clásico “buenos días, Luis” hasta entrar a temas tan profundos como su vida como madre de familia. Reflexionando que los seres humanos, aquellos que eligieron la paternidad o la maternidad como una etapa en su vida, pasan por diferentes procesos.

Antes de tener un hijo, todo lo que hacemos lo llevamos a cabo para nuestros padres. El estudiar, el trabajar, el vivir honradamente lo hacemos para ellos, para que cubramos los aspectos más elementales que nos han impuesto para hacer de nosotros hombres o mujeres de bien.

Y lo hacemos así a pesar de estar en contra de nuestros padres, peleándonos, manoteando, discutiendo y hasta huyendo de casa para demostrar nuestra inconformidad con ellos, si, con ellos, con nuestros padres, para reclamarles y gritarles a la cara la pregunta que convertimos en nuestra arma más letal “¿Por qué no entiendes que yo soy joven y que son otros tiempos a los tuyos?”.

Sin embargo, cuando uno es padre o madre de familia, el ser humano cambia de foco de atención. Ahora todo, absolutamente todo va por los hijos. Ahora todo lo que hacemos es para esos pequeños seres humanos que nos vienen a dar la vuelta a la hoja, esos que nos cambian el chip, que nos cambian del fútbol a los canales de caricaturas, que nos obligan a cambiar un six de cerveza por un 24 de pañales, tal y como se lo leí a un alumno en su muro de facebook cuando tuvo a su hijo.

Todo lo hacemos por esos niños que por el solo hecho de existir. El gran compromiso que tenemos ahora es el mismo que el que teníamos con nuestros propios padres. Y me refiero a no defraudar.

Y lo tenemos que hacer para hacer que el ídolo aquél en el que nos convirtieron nuestros propios hijos, ése que estaba en un pedestal y era admirado cada día por ellos; no sea pateado por nosotros mismos para hacerlo pedazos como consecuencia de lo que hacemos como padres.

Luchar día a día para no dejar de ser el súper héroe y pasar a convertirnos en un simple payaso de triste mirada, con la sonrisa desdibujada, y seguir siendo padres o madres sin darnos cuenta que vamos por la vida caminando con la pintura corrida en el rostro, producto de nuestros propios actos, de nuestros propios errores.

Y no hablo de los errores de la escuela, o de aquellos que se cometen como padres primerizos. Hablo de aquellos errores que acaban con familias enteras, que las destruyen silenciosamente. De aquellos que hacen estallar a ese núcleo tan necesario en nuestra sociedad como lo es la familia.

Por ello, es muy duro el compromiso para hacer las cosas correctas, pero creo que vale la pena.Porque no hablo de ser padre como aquellos que tienen un Wii en el cuarto de los hijos para se convierta en un juego de solitario; que les compran un perro; que le dan a Santa Claus dinero para que les lleven muchos juguetes con luz para iluminar rostros grises; o de aquellos que tienen una nana, una mucama y hasta enfermera de planta para cuidar la salud del cuerpo de sus hijos pero no del corazón.

No, yo no hablo de ese tipo de paternidad. Yo hablo de aquella que forma, que inculca valores, principios, que les nutre el corazón. De esa que logra que un hijo conozca el significado de la palabra autoestima.

Se acabó el tiempo. Nadie es responsable de la educación y formación de un hijo. Ni el maestro, ni la abuela... solo el padre y la madre. Así de simple. Y en esa tarea están los dos. Nadie más. Y lo que suceda con ellos es responsabilidad de los dos. Para no caer en lugares cómodos y culpar a la pareja de los errores y querer llevarse las palmas de los aciertos de los hijos.

Es un contrato que no tiene vencimiento, que no tiene días de descanso. No hay aguinaldos, no hay jornada establecida. No importa si estás enfermo o cansado. No hay sindicatos que nos defienda ni tribunal que nos ampare. Ese contrato se lo firmamos a la vida y le endosamos lo que somos. Ser padre es algo que asumimos de por vida.

En lo que sí llevamos las de ganar, es que al firmar el contrato nos hacemos beneficiarios de un fondo de retiro. Y no es económico, es moral.Para que cuando nosotros, sentados en un viejo sillón y enseñándoles a nuestros nietos el viejo álbum de fotos, podamos comprender la importancia de nunca haber tirado el pedestal.

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